-Vete a la mierda -le dijo Tay a su madre.
-No hables así, Taylor -contestó su madre-. No lo decidí yo, lo decidió el azar.
-Prefiero dormir en el jardín antes que dormir con semejante estúpido.
Taylor se fue de allí, prefería no tener que seguir soportando a la panda de imbéciles que tenía como familia. Decidió dejarlo ir, tan sólo, dejarlo pasar. Soportaría a Mike aquella noche pero esperaba no tener que hacerlo nunca más.
Y así pasó el mes, hasta que tuvo que volver a clase. Era lunes y hacía muchísimo calor, más que cualquier día de verano. Taylor no se veía con aguante suficiente para llevar pantalones largos y sudadera durante todo el día. Así que simplemente, se puso una sudadera sobre una camiseta negra y unos pantalones cortos con botines. Se miró al espejo y lo único que pensó fue que así no parecía ella misma. Pero el calor que hacía no la motivaba a ponerse otro tipo de ropa más habitual en ella.
Bajó las escaleras hasta la cocina, dónde su madre les había preparado a ella y a Amy el desayuno, ya que las dos iban al mismo instituto, aunque Taylor salía antes para que su hermana no la alcanzara. Desayunó rápido y cogió su mochila con todo lo necesario para volver a la tortura del isntituto.
Cuando salió de casa, lo primero que vio fue a Mike salir también de la suya, pero decidió ignorarle, tenían que estar en el mismo instituto y no había nada más que discutir, así que, sencillamente haría como que no existía. Como hizo durante el último mes. Notó como Mike clavaba su mirada en su espalda e iba bajando hacia las piernas, odiaba la poca discreción con la que miraba Mike al resto de las personas del mundo. Recordaba que cuando estaban juntos, más de una vez le había pillado mirando a otra chica, eso realmente nunca le molestó, porque ella también se fijaba en el físico de otros chicos. Seguro que si giraba la cabeza le pillaba mirándola.
Mike salió de casa, y vio a Taylor salir de la suya y pasa por delante de él, se dirigía la instituto, eso era bastante obvio. Llevaba un mes entero sin verla, desde la noche que pasó en su casa. No le molestaba que ella no quisiera verle, voluntariamente, era obvio que ella no iba a sentir ninguna simpatía hacia él, pero tampoco tenía que huír de él como parecía que había estado haciendo durante un mes. Se fijó en que, como de costumbre, llevaba manga larga, se preguntaba si la gente en el instituto sabría lo del intento de suicidio. Llevaba pantalones cortos y Mike sintió que nunca le había atraído tanto, físicamente. Sabía que ella se daba cuenta de que él la miraba porque había empezado a andar más rápido y estuvo a punto de cambiar la ruta con el objetivo de dejarlo atrás. Pero no lo hizo, aguantó.
Y finalmente, alcanzaron el instituto, Taylor se paró antes de entrar en el recinto y lo miró con asco, al instituto y a la gente. Seguida por Mike, entró y se dirigió a la clase que le tocaba a primera hora. Bueno, clase, la tradición era que el primer día, iban tan sólo cuatro horas para la presentación de los nuevos estudiantes y para comentarles las normas y demás. Era aburrido, pero siempre era mejor que una estúpida clase de matemáticas. Siguió a Taylor hasta la entrada del edificio pero, nada más entrar, la perdió de vista. Todos estaban en sus taquillas, metiendo las cosas que quedarían ahí durante todo el año y tirando las cosas que no se llegaron a llevar los del año pasado. La suya era la 311.
Mierda. La 312 era la de Lucy Meller que se quedó un poco asombrada al verle. En el mismo pasillo también estaba la taquilla de Taylor y la de un chico gótico que no paraba de hablar con ella y de hacerla reír. Se alegró porque tuviera un amigo pero a la vez le entraron celos de no ser él quien la estuviera haciendo sonreír.
-¿Mike? ¿Eres tú? -dijo Lucy. Estaba más delgada y más atractiva que cuando la vio por última vez- Dios, cuanto tiempo sin verte. Todos llevamos tres años preguntándonos que habría sido de ti. Hay aquí muchas personas que te echaron de menos.
-Ya... Uno de esos traslados tan repentinos de mi padre y perdí el teléfono con la mudanza... Así que, no sé, me hubiera gustado poder seguir manteniendo el contacto -dijo Mike con una sonrisa.
-Eh, vamos al salón de actos.
Lucy comenzó a caminar en dirección al salón de actos agarrando el brazo de Mike y reodeados por muchos chicos y chicas que no paraban de hablar. La popularidad de Lucy había crecido mucho con el tiempo. Pero se pararon a medio camino.
-Oh, mira, Taylor hoy lleva pantalones cortos. ¿A quien quieres impresionar con esas piernas? -rió Lucy mirando a Taylor y a Ashley, una amiga de Tay, a la cara.
-Gilipollas -dijo Taylor mirándola a los ojos.
-Mira, ten cuidado con lo que me dices porque no quiero tener problemas contigo, Morticia.
-¿Qué vas criticando tú si eres todo plástico? -le gritó Taylor en medio del pasillo, a lo que muchas personas que parecían pertenecer a los no-populares aplaudieron y alabaron.
Taylor cerró la taquilla con un fuerte golpe y se fue en dirección al salón de actos seguida por Ashley. Mike la miró alejarse, se sintió mal por haber dejado que Lucy le dijera esas cosas, pero Taylor sabía defenderse muy bien, no tenía de qué preocuparse. Mike miró a Lucy y, sin necesidad de decir nada, ella interpretó su mirada.
-Desde que la dejaste, desde entonces pasa esto. No nos metíamos con ella porque queríamos ser tus amigos, ya sabes. Pero cuando la dejaste, vimos el momento para empezar a comportarnos con ella como se merece y después con lo del intento de suicidio... Pasó a ser muchísimo más divertido porque había más cosas que decirle. De hecho, por su cumpleaños le regalamos un bote de lejía, para que bebiera un poco -Mike rió a lo que dijo Lucy pero al momento se arrepintió de haberlo hecho. Sabía que reírse de eso era de mala persona, pues alguien que fue importante para él había intentado quitarse la vida y al reírse de eso, no era mejor persona que Lucy.
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