lunes, 20 de enero de 2014

Capítulo 6.

Taylor esperó a que se fueran y luego subió corriendo a su habitación y se dejó caer sobre la cama. Miró al reloj, aún era temprano. Tenía tiempo. Se puso unas converse y cogió otra sudadera. Bajó las escaleras hasta el sótano, cogió su mochila dónde guardaba su reproductor de música, el tabaco y las llaves y volvió a subir las escaleras hasta la planta baja. Cogió el móvil que había dejado sobre la mesa del salón y se fue. Caminó lo más rápido que pudo, dio la vuelta a la manzana y tomó un pequeño camino que estaba un poco escondido entre algunas casas.

Mike salió al jardín delantero y vio a Tay salir casi corriendo de casa e irse por un camino entre las casas, recordaba ese camino de cuando vivía allí pero nunca supo a dónde llevaba. Ya era hora de averiguarlo. Salió caminando por el mismo camino por dónde ella había ido. Y se dejó llevar por dónde su instito le había dicho que ella fue. Siguió el ruído de los pasos de Tay y finalmente la encontró, sentada junto a un lago, descalza. Le pareció más hermosa allí sentada que cuando se maquillaba.
Tay tenia los auriculares puestos y parecía completamente ajena al mundo, exceptuando el cigarrillo que se estaba fumando. Mike se sintió como el día que la vio por primera vez cuatro años atrás. Deseó abrazarla con fuerza y besarla, deseó decirle cuanto la había echado de menos y deseó contarle lo de su sueño.

Taylor estaba tranquila, escuchando música y fumando hasta que sintió que había alguien allí, mirándola. No le llevó demasiado tiempo darse cuenta, las personas solitarias se dan cuenta de cuando hay alguien clavando la mirada en ellas. Actuó con naturalidad, sin alterar un ápice su actitud, tranquila. Finalmente giró la cabeza y vio allí a la última persona a la que quería ver junto a ella, Mike.
-¿Qué quieres? -su voz sonó fría y congeló los pensamientos de Mike en un segundo.
-Hablar, y de aquí no puedes echarme.
-Pero puedo irme.
-Tienes razón, pero, en el fondo, quieres hablar conmigo. Todas las chicas quereis respuestas de porqué os dejamos como lo hacemos a veces -Mike se sentó junto a ella.
-Yo ya no las quiero, ¿sabes? Tenía muchísimas preguntas pero ahora ya no quiero saber por qué lo hiciste. Vamos a poner las cartas sobre la mesa ahora -se sacó los auriculares- nunca quise besarte y jamás quise que lo nuestro significara tantísimo para mí. Y quería que te mantuvieras siempre junto a mí. Intenté tantísimas veces buscar una puta explicación a lo que pasó entre nosotros, por qué me dejaste, por qué a mí me dolió y a ti no. Cuando trataba de olvidarte sólo conseguía recordarte y extrañarte más. No sé, hay veces, Mike, que creo que lo nuestro fue amor de verdad y que lo perdimos todo pero hay otras pienso que no me quisiste en absoluto...
-Tay, tú hiciste que...
-No -le interrumpió ella-, jamás digas que yo me fui, que yo provoqué que lo nuestro acabara porque sabes que es mentira. Jamás tengas el valor de decirme que lo que pasó entre nosotros fue culpa mía. Quizás algún día pero no hoy admitiré que quizás fue culpa mía, que quizás yo me alejé, que quizás yo desconfié demasiado de ti y que quizás yo te alejé de mí.
Mike la miró a los ojos, vio en ellos un mar de infinita tristeza. Se dio cuenta de lo mal que lo tuvo que pasar cuando lo dejaron.
-¿Qué te ha pasado? Siempre fuiste tan... fuerte, Tay.
-Me volví débil.
-Siempre odié ese hábito tuyo -dijo sonriendo y señalando al pitillo que se consumía entre sus dedos.
-Bueno, hay que joderse, cada uno tiene sus manías -Tay sonrió.
-Quiero contarte algo, Taylor. Hace poco, comencé a tener un sueño. Éramos una chica y yo, ya sabes, en un parque y demás. Parecíamos felices y cuando yo me iba ella..., se levantaba y me mostraba unos brazos llenos de cortes y cicatrices...-Mike observó que Taylor se tocaba los brazos-, me llevó bastante tiempo darme cuenta de quién era la chica, hasta hace unos días. Eras tú, Taylor y dios, cuando pensé que quizás tú estabas muerta..., no sé, sentí como mi corazón se rompía en mil pedazos.
Taylor lo miró sin decir nada durante mucho tiempo, abrió la boca varias veces pero ne ningún momento parecía dispuesta a decir nada. Hasta que finalemente cuando casi comenzó a hablar, sonó su teléfono. Se levantó, cogió sus cosas y se fue. Dejando a Mike allí solo, mirándola alejarse entre los árboles. Él se levantó al cabo de un rato y se dirigió a casa, se duchó y se fue a su habitación a escuchar música. No podía comprender que Tay no quisiera ya respuestas, ella siempre había sido de las que preguntaba mucho y acerca de todo. Miró por la ventana y allí la vio, en su habitación, poniendo un disco en el equipo de música y dejando sonar a todo volumen la melodía. Mike no quería que ella se sintiera observada así que corrió la cortina y se dispuso a dormir, pero las palabras de Tay no dejaban de darle vueltas a la cabeza. No sabía nada de cómo podía no querer respuestas. Ella, que siempre había preguntado por todo, la misma chica que tenía que saber la razón de todo, no quería respuestas. Y eso dejaba algo extrañado a Mike, pero decidió intentar dejar de darle vueltas y disponerse a dormir.

miércoles, 8 de enero de 2014

Capítulo 5.

Mike no creyó lo que veía, era ella, Taylor. Qué guapa estaba y qué sombría. Estaba completamente vestida de negro y le llegaba una melodía escalofriante desde la habitación de ella. Bajó corriendo las escaleras y fue a buscar a James, a su madre y a Amy.
-Es ella, es ella, está viva, mamá. ¡Está viva! -dudaba entre si reír o llorar, pero estaba eufórico, de ver que ella seguía con vida.
-¿Dónde viven? -preguntó su madre.
-En la casa de en frente de nuestro jardín trasero.
Su madre asintió con la cabeza y salió de casa, seguida de sus tres hijos hacia la casa de la familia de Taylor. No les costó mucho reconocer la casa, no había cambiado casi nada, salvo que la habían vuelto a pintar. Llamaron a la puerta con decisión. Se abrió y, esperando ver a Caroline, vieron a Taylor.
-Buenos..., buenos días, Taylor -dijo Mary, la madre de Mike.
-Buenas tardes -respondió ella fríamente.
-¿Están tus padres?
-No. ¿Qué queréis? -Taylor estaba muy nerviosa, sentía que de un momento a otro las piernas le iban a fallar y se iba a caer al suelo.
-Queríamos hablar con tus padres... Supongo que te acuerdas de James y de Amy -Mary sonrió, agradablemente y pareció que Taylor se relajaba.
-Sí, sí me acuerdo, pero Amy estaba mucho más pequeña. Pasad -les hizo un gesto para que entraran en la casa.
Entraron y cerraron la puerta tras de ellos. Taylor los guió hasta la gran sala de estar que había en el piso superior. A Mary siempre le había dado algo de envidia el nivel de vida de la familia de Taylor, pero sus padres trabajaban mucho y casi no veían a sus hijos. Todo tiene un precio y ella siempre había preferido quedarse con sus hijos por las tardes y ganar un sueldo normalillo a tener que trabajar muchísimas horas y llevar mucho dinero a casa. Se sentaron en los sillones y Taylor bajó las escaleras hacia la cocina a buscar algo de café para todos. Además, necesitaba relajarse. Volvió con una bandeja con cinco tazas de café y todo lo necesario para prepararlo.
-¿Cómo están tus hermanos? -preguntó James mientras Tay servía el café. Hizo un gesto para que la disculparan y salió escaleras abajo a por un refresco para Amy y otro para James, pues creía que a ellos no les gustaría el café. Cuando volvió les entregó los refrescos.
-Están bien. Claire está casada, está embarazada. Charlie está prometido y bueno, es feliz. Mandy está como siempre, pija, pequeña -dijo una vez se hubo sentado.
-Oh, tu hermana se casa, ¿con aquel chico con el que estaba hace cuatro años? -Tay asintió con la cabeza-. Hacían una bonita pareja.
-Van a venir de visita dentro de unos días, les diré que se pasen por tu casa, si quieres verles.
-Sería un placer, Tay -Mary sonrió.
Un silencio se estableció en la sala, Mike tenía la mirada fija en los brazos de Tay, que estaban cubiertos con una sudadera.
-Estás muy guapa, Tay -Amy, finalmente, rompió el silencio.
-Muchísimas gracias, Amy, tú también -dijo Tay sonriendo- ¿cómo estais vosotros?
-Bueno, Amy empezará ahora secundaria, James la terminará este año y veremos si Mike consigue pasar de curso esta vez -dijo mirando a su hijo mayor, Tay esbozó una media sonrisa- ¿Y tú, cómo estás?
-¿Yo? Cómo siempre, bien. Las cosas han cambiado mucho, pero estoy bien. Ahora estoy bien.... ¿Estais aquí por un traslado de tu marido?
-Sí, como siempre, vamos de ciudad en ciudad, pero así siempre conocemos a gente nueva y lugares interesantes. ¿Y hay alguien importante en tu vida?
-No, ni ganas tengo -Tay iba a subirse una de las mangas de la sudadera a causa del calor, pero a medio camino la bajó rápidamente, a pesar de su velocidad, Mike vio la cicatriz y se levantó.
-¿Podemos hablar, en privado, Tay? -Tay asintió con la cabeza y salió de la sala, en dirección a su habitación.
Una vez allí, Mike observó todos los libros que tenía Tay, sus discos. Su armario, abierto, mostrando únicamente ropa negra. No había fotos de ella, ni de pequeña si quiera. Mike se armó de valor para decirle lo que le iba a decir, cogió la muñeca izquierda de Tay y levantó la manga de su sudadera dejando al descubierto una cicatriz que iba desde la muñeca hasta la zona dónde se flexiona el brazo.
-¿Me vas a contar por qué te has hecho esto?
-Fuera de mi casa, ahora.
Mike salió de la habitación y fue a buscar a su familia y se fueron todos, sorprendidos de que ella les echara por una inocente pregunta de Mike. Comprendían que a ella no le gustara hablar sobre ello pero sólo estaban preocupándose por ella.

Capítulo 4.

Taylor miró a su madre, asombrada, no podía creerse nada de lo que le estaba diciendo. No podían volver, ahora que ya casi lo tenía superado. No, no, no, no podían. Pero tenía que ser fuerte. Y lo sería.
-¿Cuándo llegarán?
-Mañana, a la hora de comer.
-Bien, con suerte no tendré que verle hasta que empiecen las clases. Aún tengo un mes para mentalizarme.
Caroline miró a su hija con cariño, no se podía creer nada de lo que estaba ocurriéndole a la pobre. Tenía que ser muy duro todo lo que le había pasado con aquel chico, además de las cosas que incluyó en su nota del intento de suicidio. Desde luego, tenía sus razones para querer acabar con su vida, y Caroline lo sabía. Tay no era feliz. Nunca lo fue. Siempre fue una niña alegre, feliz, que compartía con alegría la vida con sus hermanos pero cuando vio que a medida que pasaban los años nadie le hacía caso, se fue volviendo más independiente y callada, hasta llegar al punto de que había veces que ni sus padres se enteraban de si estaba en casa o no. Sus padres siembre había estado pendientes de sus otros hermanos, por distintos motivos.
Eran cuatro hijos, Claire, la mayor, tenía casi treinta años y ya estaba casada y esperaba un hijo. Sus padres siempre habían estado muy orgullosos de ella, porque de pequeña siempre hacía las cosas bien, nunca se peleaba con nadie, era educada, cariñosa, tranquila. Siempre sacó buenas notas en el colegio y eso que, ni de lejos, era la más lista de los cuatro. Pero estudiaba y siempre quería contentar a sus padres. Claire era guapa, así que encontró un novio rápido, un novio que hizo mucho dinero gracias a una empresa familiar. Se casó con ese chico y ahora vivía muy bien. Sus padres la consideraban una triunfadora.
Luego estaba Charlie, el único hijo varón. Otro hijo del que sentirse orgullosos, siempre sacaba buenas notas, pues era muy aplicado e inteligente. Era guapo y nunca tenía problemas de estar con chicas, además, era agradable y tenía muchísimos amigos. Tenía diecinueve años y estaba prometido con una chica de buena familia, con la que llevaba casi cinco años saliendo. Si sus padres presumían de hijos siempre era de Charlie y de Claire.
La pequeña de todas, Mandy, tenía once años. Siempre daba algún problema, pero era cariñosa, dulce y agradable. Un amor de niña, decían sus padres. Probablemente, cuando fuera más mayor sería otro orgullo.
Y luego, estaba Taylor. El fracaso como padres. Todos los padres tienen alguno, en mayor o menor medida. Algo que no sale bien en alguno de sus hijos, pero con Taylor, fue toda ella lo que no les salió bien. Querían otra hija como Claire, pero no fueron capaces, teniendo en cuenta que cuando nació Mandy dejaron de hacerle caso, Tay se convirtió en una niña completamente independiente, no necesitaba a sus padres para resolver ninguno de sus problemas y nunca recurría a ellos, para nada. Con los años se convirtió en una adolescente solitaria, no salía de casa y casi no tenía amigas. Sombría y descariñada, nunca salía de casa, no socializaba y no parecía importarle demasiado. Realmente, nada le importaba. Sólo le importaba su música. Una de las cosas que Tay le agradecía a la vida, era haber puesto en su camino una foto de una cantante, que posteriormente buscó en internet y resultó ser cantante de rock. Así comenzó a escuchar aquella música que sus padres calificaban como demoníaca pero que, probablemente, fuera la razón de que no volviera a intentar suicidarse.
Caroline salió de la habitación, tenía que llevar a Mandy a clase te tennis, así que dejó que Tay fuera mentalizándose de cómo iban a ser las cosas a partir de aquel momento.
Se levantó de la cama y se acercó a la ventana, le gustaba la casa que se veía desde allí, desde su ventana, que daba al jardín trasero de su casa, también veía el jardín trasero de la otra casa, que estaba abandonada. Aunque juraría que en los últimos días había visto pasar a bastante gente por allí. Vio cómo se movían las cortinas de la ventana que estaba frente a la suya, pero no le dio importancia y se puso a buscar uno de sus CD's favoritos por la habitación. Una vez lo encontró, lo puso y se dejó llevar por la voz del cantante, sintió una mirada en la espalda. Se giró, y allí le vio. Mike Turner, la persona a la que más odiaba en el mundo. Se quedó mirándole fijamente, mientras él tampoco apartaba su mirada de ella. No aguantaba verle, así que corrió las cortinas y despareció del campo de vista del chico.

Capítulo 3.

Mike estaba recogiendo todas sus cosas de nuevo, sin dejar de pensar que se dirigía a vivir al sitio dónde había conocido a una de las mejores personas del mundo, la había ilusionado, la había querido para luego romper su corazón en mil pedazos. Y quizás para hacer que se suicidara. Desde que se lo había comentado a su madre, no había dejado de pensar en aquello durante todo el día. Era verdad que Tay era rubia y tenía la piel bronceada y la chica del sueño estaba blanca como un fantasma. Como los muertos.
Movió la cabeza, intentando alejar aquellos pensamientos de su cabeza, pero no fue capaz. Se dejó caer sobre la cama y, mientras miraba al techo, comenzó a recordar. Recordó la sonrisa de Taylor, su forma de hablar, cómo caminaba, su voz, sus ojos... y con esos pensamientos de fondo, se quedó dormido.
Por la mañana se despertó de golpe y vio que aún le quedaba mucho por hacer y tenían que coger el avión dentro de cuatro horas, así que se puso a recoger todo lo que no quería dejar allí para los próximos inquilinos que les alquilaran la casa.
Una vez hubo terminado, bajó a la cocina, dónde su madre estaba hablando con su hermana pequeña.
-No, Amy, no vamos a parar en Nueva York para que tú vayas a ese concierto, tenemos que instalarnos cuanto antes en la nueva casa para que papá pueda empezar a ir a trabajar... -miró como Mike entraba en la cocina y dejó lo que estaba diciendo- ¿Has vuelto a tener el sueño?
-No.
-Tienes ese sueño porque eres un cabrón asqueroso que no se merecía a una chica como Tay, que era maravillosa, pero era demasiada mujer para ti -dijo Amy, y, acto seguido, salió de la cocina para ir a coger sus cosas.
Mike miró a su hermana con una mezcla de tristeza y desprecio. Tristeza porque sabía que tenía razón, que no había sido un buen novio, más cuando ella se quedó chafada muchas veces por su culpa y desprecio porque odiaba que su hermana le dijera esas cosas. Quería a Amy, eso era obvio, era su hermana, pero a veces le trataba muy mal. En su casa sentía que sólo le comprendían su madre y su hermano, James. Ya que su padre nunca había estado muy orgulloso de él y lo de Taylor jamás la había parecido bien.
Se fue a coger sus cosas para dejarlas en el recibidor de la casa, para luego llevarlas a su nuevo hogar. Bueno, hogar. Nunca se sentiría feliz viviendo en aquel pueblo, sabiendo que quizás por su culpa Taylor había intentado suicidarse. También pensó que podía ir a visitarla para ver si era verdad que se había suicidado o lo había intentado o si era todo producto de su imaginación. Pero si sus sospechas se confirmaban jamás podría vivir con la culpa. Y Mike creía que era más fácil vivir con la duda que con la culpa.
Cogieron el vuelo pocas horas después, Mike se pasó todo el tiempo dándole vueltas al asunto de Taylor, sobre si quería, o no quería conocer la verdad sobre su sueño. Su hermana no dejaba de mirarle en cuanto él se distraía
-¿Sabes, Mike? A veces, es mejor afrontar las cosas tal y cómo son, no escapar de ellas. Ten en cuenta que nos vamos a la casa que era de los Johnson, que está en frente de la de la familia de Tay. Verás que, al cabo de unos días, queiras o no quieras, tendrás que verla.
-Sólo cuando vayamos al instituto porque hasta ese momento, no tengo intenciones de salir de casa.
-¿Tienes pensado no salir de casa en todo el tiempo que vamos a pasar allí? -Amy le miró, incrédula.
-Exactamente.
Amy negó con la cabeza y miró por la ventana, sin añadir nada más. Mike la miró, no comprendía del todo cómo podía estar tan enfadada con él por lo que paso con Taylor, era su hermana y se suponía que debía apoyarlo. Pero siempre habían tenido muchas discusiones, y lo de Tay le había afectado mucho a su hermana porque pensaba que de verdad quería a Taylor. Por eso se había enfadado con él, por metir de esa manera para poder divertirse.
Llegaron a Alford pocas horas después. Estaba nervioso, porque sabía que probablemente tuviera que ver a Taylor. Cogieron un taxi que les dejó en la casa en la que iban a vivir durante un tiempo. Observó las casas que había al lado, y ninguna le sonaba, ni siquiera la de enfrente. Se alegraba mucho de no ver la casa de Taylor.
Subió a la habitación de la casa que había elegido, la que daba al jardín trasero. Y una vez se hubo instalado, miró por la ventana y entonces vio, lo último que quería ver en el mundo. En la ventana de la casa de enfrente, que daba también al jardín trasero de aquella casa. Estaba ella. Taylor.
No fue capaz de apartar su mirada de Taylor, hasta que ella se dio cuenta de que él la estaba observando. Se giró hacia él y le miró, con una mirada fría en sus ojos. Taylor se dio la vuelta, corrió las cortinas y desapareció de su campo de visión.

martes, 7 de enero de 2014

Capítulo 2.

Caroline se dirigió al salón, dónde se encontraba Jacob, su marido.
-Van a volver, Jacob. Me lo ha dicho la madre de Jackie, no sólo vuelven, si no que se mundan a la casa de los Johnson. Aquí enfrente, ¿comorendes lo que eso significa? -su marido la miró, comprendía la preocupación de Caroline, él también estaba preocupado, pero tenían que superar aquello.
Al ver que su marido la miraba, comprendió lo que ocurría, él creía que ya había que dejarlo ir. Caroline no compartía esa opinión, creía que si volvían todo volvería a ir mal. 
-Jacob, no lo ha superado, mentalízate. Y, aunque ahora todo ha mejorado, no es un buen momento. Y tú lo sabes. Tengo la esperanza de que hayan cambiado moderadamente de aspecto, así, quizá, no le reconozca.
-Ella también ha cambiado.
Caroline subió las escaleras, entró en su habitación y se sentó en la cama y cogió la foto que descansaba sobre su mesilla de noche desde hacía doce años. Dos niños, ambos rubios jugando en la arena de la playa. El niño tenía unos grandes ojos azules, que años después conquistarían a todas las chicas, aquel niño de siete años parecían feliz, y mantuvo aquella expresión durante los siguientes años. Aún la conserva ahora, en la universidad y comprometido con la novia que tenía al cumplir los quince años. La niña sonreía y sus ojos negros confirmaban aquella sonrisa, sonrisa que se perdió con los años. Se levantó de la cama y salió hacia la habitación que estaba al fondo del pasillo. Entró en la habitación sin llamar a la puerta. Miró a la adolescente que estaba sentada sobre la cama, leyendo un libro y escuchando heavy metal a todo volumen. El cabello claro y rizado  caía sobre sus hombros. No se percató de la presencia de Caroline hadta que esta le tiró del cable de uno delos auriculares. Alzó la cabeza y miró a Caroline, espectante.
-Tay, van a volver.











viernes, 3 de enero de 2014

Capítulo 1.

Mike abrió los ojos, aliviado. Había vuelto a tener ese horrible sueño. La misma chica de sus pesadillas. Era guapa, ojos negros, nariz respingona, pelo rizado y largo. Hasta ahí todo estaba bien. El sueño siempre comenzaba con él y la chica, siempre vestida de negro, sentados en un banco, en un parque, sonriendo. Luego, él tenía que irse y todo el parque desparecía en cuanto él se levantaba del banco y se veía como la chica se levantaba las mangas de la sudadera y mostraba unos brazos, ambos con cicatrices verticales que indicaban que la chica había intentado suicidarse. Cortes abiertos, la sangre corriendo por sus brazos y goteando desde sus dedos al suelo. La chica siempre le hacía la misma pregunta "¿Por qué, Mike? ¿Por qué?" y entonces se despertaba. La chica tenía algo que le resultaba extrañamente familiar, algo conocido. Era hermosa, muy guapa.

Mike salió de la cama, aquel sueño siempre le dejaba una sensación extraña, si esa chica le resultaba tan familiar era porque estaba, o estuvo, viva. Y quizás él hubiera hecho algo para que ella... Alejó aquellos pensamientos de su cabeza. Era tan sólo un chico de diecisiete años, no podía haberle hecho tanto daño a nadie.

Bajó a desayunar, allí estaba su madre, haciéndole el desayuno. Lo miró extrañada, debió de notar el malestar en su cara, así que le preguntó:
-¿De nuevo el sueño?-Mike asintió con la cabeza-. No sé por qué sueñas tanto con esa, hijo. No puedes haberle hecho tantísimo daño a alguien como para intentar quitarse la vida por tu culpa. Además, ¿a cuantas chicas así conoces aquí? Esto es Noruega, aquí la mayoría tienen el pelo y los ojos claros. No como la que tú describes. Así que, por favor, deja de pensar en ello.
-Mamá, quizás sí haya alguien a quien le hice suficiente daño. ¿Recuerdas cuando vivíamos en aquel pueblo de Norte América?
-No, ella no puede ser. Era rubia, Mike. Taylor era rubia.
-Tenía un pelo rubio muy oscuro y la chica del sueño lo tiene castaño muy claro... Puede habérsele oscurecido. Mamá, por favor. Piénsalo. Y ahora que vamos a volver... Comprobaremos si es ella o no, quiero saberlo, mamá. Es realmente importante para mí.
Su madre le miró, sin creer lo que él decía. Ciero que Taylor siempre había sido un poco rarita... y también es cierto que se había quedado muy mal cuando rompió con Mike pero no lo suficientemente mal como para querer suicidarse... Además, fue ella quién le dejó a él. Un pensamiento fugaz pasó por su mente y se giró, mirando a Mike
-Ella no te dejó ¿verdad?
Mike levantó la cabeza de su desayuno y la miró a los ojos, al borde del llanto.
-No, yo la dejé a ella, porque conocí a otra. Era tonta, pero estaba buena y me equivoqué, dejé a Tay para estar con aquella chica.
Su madre lo miró, horrorizada. Comprendía que él prefieriese estar con otra chica, pero que no dejara así como así, a la chica que más lo quería en el mundo. Le pareció horrible lo que hizo Mike, pero tampoco le parecia tan horrible como para querer suicidarse. Pero si se junta con otras cosas que le pasaban a ella... Quizás, que pasara eso le dio a ella el valor para acabar con su vida.