Taylor esperó a que se fueran y luego subió corriendo a su habitación y se dejó caer sobre la cama. Miró al reloj, aún era temprano. Tenía tiempo. Se puso unas converse y cogió otra sudadera. Bajó las escaleras hasta el sótano, cogió su mochila dónde guardaba su reproductor de música, el tabaco y las llaves y volvió a subir las escaleras hasta la planta baja. Cogió el móvil que había dejado sobre la mesa del salón y se fue. Caminó lo más rápido que pudo, dio la vuelta a la manzana y tomó un pequeño camino que estaba un poco escondido entre algunas casas.
Mike salió al jardín delantero y vio a Tay salir casi corriendo de casa e irse por un camino entre las casas, recordaba ese camino de cuando vivía allí pero nunca supo a dónde llevaba. Ya era hora de averiguarlo. Salió caminando por el mismo camino por dónde ella había ido. Y se dejó llevar por dónde su instito le había dicho que ella fue. Siguió el ruído de los pasos de Tay y finalmente la encontró, sentada junto a un lago, descalza. Le pareció más hermosa allí sentada que cuando se maquillaba.
Tay tenia los auriculares puestos y parecía completamente ajena al mundo, exceptuando el cigarrillo que se estaba fumando. Mike se sintió como el día que la vio por primera vez cuatro años atrás. Deseó abrazarla con fuerza y besarla, deseó decirle cuanto la había echado de menos y deseó contarle lo de su sueño.
Taylor estaba tranquila, escuchando música y fumando hasta que sintió que había alguien allí, mirándola. No le llevó demasiado tiempo darse cuenta, las personas solitarias se dan cuenta de cuando hay alguien clavando la mirada en ellas. Actuó con naturalidad, sin alterar un ápice su actitud, tranquila. Finalmente giró la cabeza y vio allí a la última persona a la que quería ver junto a ella, Mike.
-¿Qué quieres? -su voz sonó fría y congeló los pensamientos de Mike en un segundo.
-Hablar, y de aquí no puedes echarme.
-Pero puedo irme.
-Tienes razón, pero, en el fondo, quieres hablar conmigo. Todas las chicas quereis respuestas de porqué os dejamos como lo hacemos a veces -Mike se sentó junto a ella.
-Yo ya no las quiero, ¿sabes? Tenía muchísimas preguntas pero ahora ya no quiero saber por qué lo hiciste. Vamos a poner las cartas sobre la mesa ahora -se sacó los auriculares- nunca quise besarte y jamás quise que lo nuestro significara tantísimo para mí. Y quería que te mantuvieras siempre junto a mí. Intenté tantísimas veces buscar una puta explicación a lo que pasó entre nosotros, por qué me dejaste, por qué a mí me dolió y a ti no. Cuando trataba de olvidarte sólo conseguía recordarte y extrañarte más. No sé, hay veces, Mike, que creo que lo nuestro fue amor de verdad y que lo perdimos todo pero hay otras pienso que no me quisiste en absoluto...
-Tay, tú hiciste que...
-No -le interrumpió ella-, jamás digas que yo me fui, que yo provoqué que lo nuestro acabara porque sabes que es mentira. Jamás tengas el valor de decirme que lo que pasó entre nosotros fue culpa mía. Quizás algún día pero no hoy admitiré que quizás fue culpa mía, que quizás yo me alejé, que quizás yo desconfié demasiado de ti y que quizás yo te alejé de mí.
Mike la miró a los ojos, vio en ellos un mar de infinita tristeza. Se dio cuenta de lo mal que lo tuvo que pasar cuando lo dejaron.
-¿Qué te ha pasado? Siempre fuiste tan... fuerte, Tay.
-Me volví débil.
-Siempre odié ese hábito tuyo -dijo sonriendo y señalando al pitillo que se consumía entre sus dedos.
-Bueno, hay que joderse, cada uno tiene sus manías -Tay sonrió.
-Quiero contarte algo, Taylor. Hace poco, comencé a tener un sueño. Éramos una chica y yo, ya sabes, en un parque y demás. Parecíamos felices y cuando yo me iba ella..., se levantaba y me mostraba unos brazos llenos de cortes y cicatrices...-Mike observó que Taylor se tocaba los brazos-, me llevó bastante tiempo darme cuenta de quién era la chica, hasta hace unos días. Eras tú, Taylor y dios, cuando pensé que quizás tú estabas muerta..., no sé, sentí como mi corazón se rompía en mil pedazos.
Taylor lo miró sin decir nada durante mucho tiempo, abrió la boca varias veces pero ne ningún momento parecía dispuesta a decir nada. Hasta que finalemente cuando casi comenzó a hablar, sonó su teléfono. Se levantó, cogió sus cosas y se fue. Dejando a Mike allí solo, mirándola alejarse entre los árboles. Él se levantó al cabo de un rato y se dirigió a casa, se duchó y se fue a su habitación a escuchar música. No podía comprender que Tay no quisiera ya respuestas, ella siempre había sido de las que preguntaba mucho y acerca de todo. Miró por la ventana y allí la vio, en su habitación, poniendo un disco en el equipo de música y dejando sonar a todo volumen la melodía. Mike no quería que ella se sintiera observada así que corrió la cortina y se dispuso a dormir, pero las palabras de Tay no dejaban de darle vueltas a la cabeza. No sabía nada de cómo podía no querer respuestas. Ella, que siempre había preguntado por todo, la misma chica que tenía que saber la razón de todo, no quería respuestas. Y eso dejaba algo extrañado a Mike, pero decidió intentar dejar de darle vueltas y disponerse a dormir.
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