Caroline se dirigió al salón, dónde se encontraba Jacob, su marido.
-Van a volver, Jacob. Me lo ha dicho la madre de Jackie, no sólo vuelven, si no que se mundan a la casa de los Johnson. Aquí enfrente, ¿comorendes lo que eso significa? -su marido la miró, comprendía la preocupación de Caroline, él también estaba preocupado, pero tenían que superar aquello.
Al ver que su marido la miraba, comprendió lo que ocurría, él creía que ya había que dejarlo ir. Caroline no compartía esa opinión, creía que si volvían todo volvería a ir mal.
-Jacob, no lo ha superado, mentalízate. Y, aunque ahora todo ha mejorado, no es un buen momento. Y tú lo sabes. Tengo la esperanza de que hayan cambiado moderadamente de aspecto, así, quizá, no le reconozca.
-Ella también ha cambiado.
Caroline subió las escaleras, entró en su habitación y se sentó en la cama y cogió la foto que descansaba sobre su mesilla de noche desde hacía doce años. Dos niños, ambos rubios jugando en la arena de la playa. El niño tenía unos grandes ojos azules, que años después conquistarían a todas las chicas, aquel niño de siete años parecían feliz, y mantuvo aquella expresión durante los siguientes años. Aún la conserva ahora, en la universidad y comprometido con la novia que tenía al cumplir los quince años. La niña sonreía y sus ojos negros confirmaban aquella sonrisa, sonrisa que se perdió con los años. Se levantó de la cama y salió hacia la habitación que estaba al fondo del pasillo. Entró en la habitación sin llamar a la puerta. Miró a la adolescente que estaba sentada sobre la cama, leyendo un libro y escuchando heavy metal a todo volumen. El cabello claro y rizado caía sobre sus hombros. No se percató de la presencia de Caroline hadta que esta le tiró del cable de uno delos auriculares. Alzó la cabeza y miró a Caroline, espectante.
-Tay, van a volver.
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