Taylor miró a su madre, asombrada, no podía creerse nada de lo que le estaba diciendo. No podían volver, ahora que ya casi lo tenía superado. No, no, no, no podían. Pero tenía que ser fuerte. Y lo sería.
-¿Cuándo llegarán?
-Mañana, a la hora de comer.
-Bien, con suerte no tendré que verle hasta que empiecen las clases. Aún tengo un mes para mentalizarme.
Caroline miró a su hija con cariño, no se podía creer nada de lo que estaba ocurriéndole a la pobre. Tenía que ser muy duro todo lo que le había pasado con aquel chico, además de las cosas que incluyó en su nota del intento de suicidio. Desde luego, tenía sus razones para querer acabar con su vida, y Caroline lo sabía. Tay no era feliz. Nunca lo fue. Siempre fue una niña alegre, feliz, que compartía con alegría la vida con sus hermanos pero cuando vio que a medida que pasaban los años nadie le hacía caso, se fue volviendo más independiente y callada, hasta llegar al punto de que había veces que ni sus padres se enteraban de si estaba en casa o no. Sus padres siembre había estado pendientes de sus otros hermanos, por distintos motivos.
Eran cuatro hijos, Claire, la mayor, tenía casi treinta años y ya estaba casada y esperaba un hijo. Sus padres siempre habían estado muy orgullosos de ella, porque de pequeña siempre hacía las cosas bien, nunca se peleaba con nadie, era educada, cariñosa, tranquila. Siempre sacó buenas notas en el colegio y eso que, ni de lejos, era la más lista de los cuatro. Pero estudiaba y siempre quería contentar a sus padres. Claire era guapa, así que encontró un novio rápido, un novio que hizo mucho dinero gracias a una empresa familiar. Se casó con ese chico y ahora vivía muy bien. Sus padres la consideraban una triunfadora.
Luego estaba Charlie, el único hijo varón. Otro hijo del que sentirse orgullosos, siempre sacaba buenas notas, pues era muy aplicado e inteligente. Era guapo y nunca tenía problemas de estar con chicas, además, era agradable y tenía muchísimos amigos. Tenía diecinueve años y estaba prometido con una chica de buena familia, con la que llevaba casi cinco años saliendo. Si sus padres presumían de hijos siempre era de Charlie y de Claire.
La pequeña de todas, Mandy, tenía once años. Siempre daba algún problema, pero era cariñosa, dulce y agradable. Un amor de niña, decían sus padres. Probablemente, cuando fuera más mayor sería otro orgullo.
Y luego, estaba Taylor. El fracaso como padres. Todos los padres tienen alguno, en mayor o menor medida. Algo que no sale bien en alguno de sus hijos, pero con Taylor, fue toda ella lo que no les salió bien. Querían otra hija como Claire, pero no fueron capaces, teniendo en cuenta que cuando nació Mandy dejaron de hacerle caso, Tay se convirtió en una niña completamente independiente, no necesitaba a sus padres para resolver ninguno de sus problemas y nunca recurría a ellos, para nada. Con los años se convirtió en una adolescente solitaria, no salía de casa y casi no tenía amigas. Sombría y descariñada, nunca salía de casa, no socializaba y no parecía importarle demasiado. Realmente, nada le importaba. Sólo le importaba su música. Una de las cosas que Tay le agradecía a la vida, era haber puesto en su camino una foto de una cantante, que posteriormente buscó en internet y resultó ser cantante de rock. Así comenzó a escuchar aquella música que sus padres calificaban como demoníaca pero que, probablemente, fuera la razón de que no volviera a intentar suicidarse.
Caroline salió de la habitación, tenía que llevar a Mandy a clase te tennis, así que dejó que Tay fuera mentalizándose de cómo iban a ser las cosas a partir de aquel momento.
Se levantó de la cama y se acercó a la ventana, le gustaba la casa que se veía desde allí, desde su ventana, que daba al jardín trasero de su casa, también veía el jardín trasero de la otra casa, que estaba abandonada. Aunque juraría que en los últimos días había visto pasar a bastante gente por allí. Vio cómo se movían las cortinas de la ventana que estaba frente a la suya, pero no le dio importancia y se puso a buscar uno de sus CD's favoritos por la habitación. Una vez lo encontró, lo puso y se dejó llevar por la voz del cantante, sintió una mirada en la espalda. Se giró, y allí le vio. Mike Turner, la persona a la que más odiaba en el mundo. Se quedó mirándole fijamente, mientras él tampoco apartaba su mirada de ella. No aguantaba verle, así que corrió las cortinas y despareció del campo de vista del chico.
miércoles, 8 de enero de 2014
Capítulo 4.
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