miércoles, 8 de enero de 2014

Capítulo 3.

Mike estaba recogiendo todas sus cosas de nuevo, sin dejar de pensar que se dirigía a vivir al sitio dónde había conocido a una de las mejores personas del mundo, la había ilusionado, la había querido para luego romper su corazón en mil pedazos. Y quizás para hacer que se suicidara. Desde que se lo había comentado a su madre, no había dejado de pensar en aquello durante todo el día. Era verdad que Tay era rubia y tenía la piel bronceada y la chica del sueño estaba blanca como un fantasma. Como los muertos.
Movió la cabeza, intentando alejar aquellos pensamientos de su cabeza, pero no fue capaz. Se dejó caer sobre la cama y, mientras miraba al techo, comenzó a recordar. Recordó la sonrisa de Taylor, su forma de hablar, cómo caminaba, su voz, sus ojos... y con esos pensamientos de fondo, se quedó dormido.
Por la mañana se despertó de golpe y vio que aún le quedaba mucho por hacer y tenían que coger el avión dentro de cuatro horas, así que se puso a recoger todo lo que no quería dejar allí para los próximos inquilinos que les alquilaran la casa.
Una vez hubo terminado, bajó a la cocina, dónde su madre estaba hablando con su hermana pequeña.
-No, Amy, no vamos a parar en Nueva York para que tú vayas a ese concierto, tenemos que instalarnos cuanto antes en la nueva casa para que papá pueda empezar a ir a trabajar... -miró como Mike entraba en la cocina y dejó lo que estaba diciendo- ¿Has vuelto a tener el sueño?
-No.
-Tienes ese sueño porque eres un cabrón asqueroso que no se merecía a una chica como Tay, que era maravillosa, pero era demasiada mujer para ti -dijo Amy, y, acto seguido, salió de la cocina para ir a coger sus cosas.
Mike miró a su hermana con una mezcla de tristeza y desprecio. Tristeza porque sabía que tenía razón, que no había sido un buen novio, más cuando ella se quedó chafada muchas veces por su culpa y desprecio porque odiaba que su hermana le dijera esas cosas. Quería a Amy, eso era obvio, era su hermana, pero a veces le trataba muy mal. En su casa sentía que sólo le comprendían su madre y su hermano, James. Ya que su padre nunca había estado muy orgulloso de él y lo de Taylor jamás la había parecido bien.
Se fue a coger sus cosas para dejarlas en el recibidor de la casa, para luego llevarlas a su nuevo hogar. Bueno, hogar. Nunca se sentiría feliz viviendo en aquel pueblo, sabiendo que quizás por su culpa Taylor había intentado suicidarse. También pensó que podía ir a visitarla para ver si era verdad que se había suicidado o lo había intentado o si era todo producto de su imaginación. Pero si sus sospechas se confirmaban jamás podría vivir con la culpa. Y Mike creía que era más fácil vivir con la duda que con la culpa.
Cogieron el vuelo pocas horas después, Mike se pasó todo el tiempo dándole vueltas al asunto de Taylor, sobre si quería, o no quería conocer la verdad sobre su sueño. Su hermana no dejaba de mirarle en cuanto él se distraía
-¿Sabes, Mike? A veces, es mejor afrontar las cosas tal y cómo son, no escapar de ellas. Ten en cuenta que nos vamos a la casa que era de los Johnson, que está en frente de la de la familia de Tay. Verás que, al cabo de unos días, queiras o no quieras, tendrás que verla.
-Sólo cuando vayamos al instituto porque hasta ese momento, no tengo intenciones de salir de casa.
-¿Tienes pensado no salir de casa en todo el tiempo que vamos a pasar allí? -Amy le miró, incrédula.
-Exactamente.
Amy negó con la cabeza y miró por la ventana, sin añadir nada más. Mike la miró, no comprendía del todo cómo podía estar tan enfadada con él por lo que paso con Taylor, era su hermana y se suponía que debía apoyarlo. Pero siempre habían tenido muchas discusiones, y lo de Tay le había afectado mucho a su hermana porque pensaba que de verdad quería a Taylor. Por eso se había enfadado con él, por metir de esa manera para poder divertirse.
Llegaron a Alford pocas horas después. Estaba nervioso, porque sabía que probablemente tuviera que ver a Taylor. Cogieron un taxi que les dejó en la casa en la que iban a vivir durante un tiempo. Observó las casas que había al lado, y ninguna le sonaba, ni siquiera la de enfrente. Se alegraba mucho de no ver la casa de Taylor.
Subió a la habitación de la casa que había elegido, la que daba al jardín trasero. Y una vez se hubo instalado, miró por la ventana y entonces vio, lo último que quería ver en el mundo. En la ventana de la casa de enfrente, que daba también al jardín trasero de aquella casa. Estaba ella. Taylor.
No fue capaz de apartar su mirada de Taylor, hasta que ella se dio cuenta de que él la estaba observando. Se giró hacia él y le miró, con una mirada fría en sus ojos. Taylor se dio la vuelta, corrió las cortinas y desapareció de su campo de visión.

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